domingo, 6 de abril de 2014

Estado y prognosis del arsenal nuclear ruso.

 


Hace unos días leía una sorprendente noticia, en el que el comandante del STRATCOM, daba la alarma sobre la continua y amenazante modernización nuclear rusa durante la última década, mientras los EEUU se habían quedado estancados. Lo más sorprendente es que en la noticia también se citaban informes del Departamento de Estado, en los que se decía que Rusia está aumentando su arsenal nuclear siguiendo una política nuclear expansiva similar a la de la era soviética. Lo más sonado, es que en esos informes se hablaba de que la política rusa está dirigida a alcanzar la superioridad nuclear respecto a EEUU en vez de la paridad.


Es bastante soprendente que se citen fuentes oficiales sobre una supuesta política rusa de rearme nuclear masivo (buscando la superioridad estratégica), porque va contra toda la sabiduría convencional aceptada por la comunidad de estudios estratégicos durante las dos últimas décadas respecto a las capacidades e intenciones rusas. Por ejemplo, en las páginas del libro "Return to Armageddon: The United States and the Nuclear Arms Race 1981-1999" (publicado en el año 2000), puede leerse claramente las enormes dificultades rusas para reemplazar (al llegar al final de su vida útil) la mayoría del arsenal nuclear soviético por nuevos misiles, cabezas, bombarderos o submarinos. Ese declive, unido a la creación de una defensa antimisil por parte de EEUU, podría anular la capacidad disuasiva del arsenal ruso contra un primer ataque norteamericano. En consecuencia, los rusos optarían por no firmar un nuevo tratado START, sino que intentarían lanzarse a una carrera de armamentos, aunque las dificultades de mantener un nivel adecuado de construcción de vectores hacía poco viable dicha política.

También en las páginas del libro "U.S. Nuclear Wapons Policy", del nada sospechoso Brent Scowcroft (del año 2010), se lee el mismo tipo de informaciones sobre el declive constante del arsenal nuclear ruso, lo que podría dejar a Rusia sin capacidad disuasiva. Combinando el relativo pequeño tamaño del arsenal nuclear estratégico ruso, con un primer ataque de EEUU y el despliegue de un sistema antimisiles, aunque sea con la versión mucho más modesta (respecto a la ambiciosa de Bush) de las administraciones Obama, Rusia podría quedarse desarmada (estratégicamente hablando).





Abundando en el ya sempiterno declive nuclear ruso, Hans Kristensen (unos de los mayores expertos en control de armamentos estratégicos y especialista del FAS) nos proporciona cuatro gráficos que desmienten las alarmantes informaciones de que EEUU se estaba quedando en inferioridad nuclear y de que Rusia persigue una política de superioridad. El primer y cuarto gráfico están sacados de un opúsculo suyo de 2012, que repasa el estado de la cuestión de los armamentos nucleares entre EEUU y Rusia (Tirmming Nuclear Excess, Options for Further Reductions of U.S and RUssian Nuclear Forces). En la página 22 de ese papel, dice que hasta comienzos de la década de 2020, Rusia tendrá que retirar de servicio 350 ICBM viejos que llegarán al límite de de su vida útil, por lo que para compensar esas pérdidas, y construir además un excedente para las pruebas que han de hacerse cada año para probar el estado de los misiles, Rusia tendrá que construir 400 misiles (40 al año), sobrepasando ampliamente la capacidad de construcción rusa hasta la fecha. De 2002 a 2012, Rusia ha construido un promedio de 6 misiles al año. Una parte importante de los suministros en la construcción de misiles rusos está situado en Ucrania (herencia del complejo militar-industrial soviético), por lo que la crisis ucraniana empeorará esos ratios. Como el promedio de construcción puede variar, en el cuarto gráfico puede verse las estimaciones probables máximas y mínimas según Krinstensen. No es precisamente una imagen que refleje una década de modernización nuclear, ni que Rusia busque la superioridad estratégica. De hecho las estimaciones de Kristen se basan en cifras oficiales rusas que no pocos analistas calificarían de excesivamente optimistas. Como puede comprobarse en el primer gráfico, existe la tendencia cuasi inevitable que lleva a América a tener superioridad en cabezas nucleares, tanto desplegadas como almacenadas.

El tercer y cuarto gráfico están sacados del blog de Krinstensen, y analizan los cambios cuantitativos en el número de cabezas nucleares y de vectores. El descenso americano y el incremento ruso no se debe a ninguna política deliberada de búsqueda de alguna clase de superioridad nuclear, sino que se debe al proceso normal de sustitución de vectores (con diferentes cantidades de cabezas) y es probablemente circunstancial (Since the treaty was signed in 2010, the United States has reduced its counted strategic forces by 104 deployed launchers and 215 warheads; Russia has reduced its counted force by 23 launchers and  25 warheads. The reductions are modest compared with the two countries total inventories of nuclear warheads: Approximately 4,650 stockpiled warheads for the United States (with another 2,700 awaiting dismantlement) and 4,300 stockpiled warheads for Russia (with another 3,500 awaiting dismantlement). Es decir, Rusia no va a violar el START para perseguir una política de superioridad nuclear estratégica que industrialmente no puede alcanzar. Es más, en los gráficos puede verse la ya permanente superioridad en cabezas y vectores por parte de EEUU.

En realidad, el miedo tradicional desde que terminó la guerra fría, y el complejo militar industrial soviético quedó fatalmente dividido, ha sido justo el contrario al de que Rusia buscase la superioridad. En 2006, Lieber y Press, en un fascinante artículo (The End of MAD?) publicado en la que quizás sea la revista más prestigiosa de estudios estratégicos (International Security), se explicaba con bastante claridad cómo el declive constante e inevitable del arsenal ruso (ver página 6 del artículo) hacía viable que EEUU (que había declinado menos en operatividad y cantidad) podía lanzar un primer ataque por sorpresa contrafuerza que destruyera la mayoría del arsenal ruso, dejando sin capacidad disuasiva a las armas que lograran sobrevivir. Era la época en la que Bush hacía una política que sí perseguía alcanzar una superioridad estratégica incontestable y que dejase al arsenal nuclear ruso sin capacidad disuasiva contra EEUU. El declive cuantitativo ruso, su esacasa operatividad, el mantenimiento de las capacidades americanas (y el desarrollo paralelo de sistemas antimisiles de objetivos relativamente ambiciosos), hacía pensar que nos dirigíamos a un entorno estratégico posnuclear y unipolar. La liquidación de los tratados START y ABM por el escueto SORT, daba carta blanca a EEUU para aprovecharse de su enorme superioridad económica e industrial.

No obstante, Obama ha seguido una política nuclear bastante menos ambiciosa y que se basa en acordar la paridad nuclear con los rusos (y no ser superiores y anular su disuasión). Las reducciones de armamento efectuadas por la firma del New START, deja al arsenal americano sin la cantidad suficiente de armas para realizar un primer ataque que destruyese el arsenal estratégico ruso. Según este muy interesante artículo del CSIS, a EEUU le haría falta un 20% extra de cabezas. El haber quitado los MIRV de los ICBM para dejarlos con una sola cabeza nuclear en cada misil, reduce de forma sustancial el número de cabezas nucleares, y sobre todo hace mucho más complejo el organizar un primer ataque.

Las fuerzas estratégicas nucleares rusas están en una fase de encrucijada durante estos años y hasta mediados de la década de 2020. Casi todo sus vectores (de fabricación soviética) comenzarán a ser baja y se tiene que construir e incluso diseñar nuevos misiles para reemplazarlos. Como explica Ilia Kramnik, la retirada de servicio de los Topol (con varias cabezas) con base en silos deja un vacío que el despliegue de los móviles Topol-M (de una sola cabeza) no podrá suplir. Por ello Rusia comenzó el despliegue hace poco de los misiles Yars, móviles y basados en los Topol-M, con varias cabezas (aunque eso ha implicado la muerte del Tratado INF y/o la violación del New START, dependiendo del alcance real del misil). Aún así, la retirada de servicio de los SS-18 Satanás (con MIRV) dejaría un hueco tremendo cuantitativo si no se construyese un ICBM pesado (con base en silo casi necesariamente) razón por la cuál Rusia ha decidido diseñar tal misil (aunque ya se verá si la limitada industria de defensa rusa logra cumplir con los plazos y las cantidades).

Las dudas también arrecian con la flota de submarinos estratégicos Borei y sus misiles Bulava. Rusia tendrá que construir seis submarinos de esa clase para sustituir a los Delta-III, para que al unirlos con los tres restantes Delta-IV tenga una flota de nueve SSBN. Que los astilleros rusos puedan entregar esos Borei está en discusión, aunque lo más importante es la innumerable serie de fallos que ha tenido el programa del misil Bulava.

Con todo lo expuesto hasta ahora, queda más que claro que Rusia no puede ni quiere la superioridad nuclear. Al contrario, a duras penas podrá mantener un arsenal estratégico de un mínimo de 1500 cabezas (considerado el límite inferior para poseer capacidad disuasiva incontestable). Incluso nuevas amenazas se ciernen sobre el arsenal ruso. El desarrollo de armas hipersónicas por parte de EEUU y China, plantea una amenaza muy grave a los ICBM y bombarderos estratégicos rusos. En este otro artículo dice Krámnik que "El despliegue del escudo antimisiles estadounidense junto con la fabricación en serie de vehículos hipersónicos desarrollados en el marco del programa PGS reanudará sin duda alguna la carrera nuclear".

Las armas hipersónicas son para los rusos un arma de doble filo. Por un lado les beneficia, ya que son un medio ideal para sortear las defensas antimisiles (por lo que las desplegarán obligatoriamente en los misiles Rubezh de alcance intermedio y opcionalmente en los Yars). Pero por otro lado les perjudica, ya que son un arma perfecta para lanzar un primer ataque por sorpresa contra su arsenal estratégico (al poder volar fuera del campo de detección de la mayoría de radares). Aunque expertos occidentales como Acton no dan como indiscutible que los misiles hipersónicos (armas estratégicamente sumamente desestabilizadoras) puedan ejecutar un blitzkrieg contra el arsenal estratégico ruso, los expertos rusos, como Arbatov (o el citado Kramnik), dan mucha más credibilidad a que en un futuro los misiles hipersónicos puedan desarmar estratégica y disuasivamente a Rusia.

Siguiendo el hilo de esos hechos, krámnik expone claramenre en esta otra columna que "el número de portadores (vectores) se encuentra por debajo de las setecientas unidades desplegadas y cien más no desplegadas, tal cual lo estipula el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas START-3, y también se van reduciendo paulatinamente hasta el número de cargas, que se fijó en mil quinientas unidades (actualmente son unas dos mil). Por lo que el desarrollo no controlado del escudo antimisiles de EEUU y el emplazamiento de la infraestructura para el ataque global pueden hacer que Rusia abandone dicho tratado y comience a desplegar sus Fuerzas Nucleares Estratégicas por encima de esos límites".

Como yo mismo explicaba hace unos años, los temores rusos sobre la defensa antimisil americana están más que justificados. Lo que unido al despliegue de misiles hipersónicos que están fuera del tratado New START al desarrollarse en un programa convencional y no nuclear (el Conventional Prompt Global Strike), podría generar una situación muy desfavorable para Rusia (muy vulnerable a un primer ataque efectuado con armas hipersónicas). Si sumamos a ello que después de desplegar tales armas hipersónicas, EEUU decidiese dotar a esos misiles de armas nucleares de bajo rendimiento, de la noche a la mañana los norteamericanos estarían en condiciones de hacer un ataque descapitador y contrafuerza prácticamente por sorpresa (y hacerlo fácilmente sin las complejidades de los ICBM y SLBM). Ante esta tesitura, no es de extrañar que los rusos estén rescatando sus proyectos de radares con capacidades de detección más allá del horizonte o su artilugio del fin del mundo (Mano Muerta). No obstante, el artilugio sólo previene de un ataque descapitador, pero no que los misiles supervivientes del primer ataque fueran destruidos por las defensas antimisiles.

Rusia está en una situación de seguridad estratégica bastante comprometida. Cercada como está por EEUU y la OTAN, como por China, afronta una gran inferioridad convencional, y un arsenal nuclear menguante que a duras penas podrá mantener si tiene suerte (en las cantidades que pueda fabricar), y si el desarrollo de misiles hipersónicos, de  cabezas nucleares de bajo rendimiento y el despliegue de radares espaciales, no anula las cantidades de cabezas nucleares y vectores que haya podido poner operativos de aquí a 15 años. Debido a esa enorme inferioridad convencional, en la política nuclear rusa de 2010 se dice explícitamente, que se reservan el derecho al primer uso de armas nucleares incluso contra una agresión meramente convencional. Como es sabido, para que el primer uso de armas nucleares contra armas convencionales sea política y militarmente viable, (por encima del táctico de armas nucleares) ha de haber un arsenal estratégico con capacidad disuasiva que controle y evite una escalada nuclear.

En realidad, si se piensa un poco, no son palabras exclusivas de rusos, sino originarias de Hermann Kahn. Y la política nuclear que ha adoptado Rusia, no es esencialmente distinta a la de Respuesta Flexible que tuvo la OTAN cuando era el mundo occidental el que se sentía en inferioridad convencional, con una Unión Soviética que había logrado desarrollar un arsenal nuclear estratégico que hacía inviable por parte de EEUU una Represalia Masiva estratégica contra una agresión militar convencional de la URSS.

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