Tras varios meses de retrasos, al fin la OTAN lanza su esperada ofensiva en la provincia afgana de Kandahar (Operación Dragon Strike, última fase de la Operación Hamkari). Dicha ofensiva es considerada esencial en el esfuerzo aliado para reconducir la situación en el país. Controlando las rutas de comunicaciones y las principales áreas pobladas de dichas regiones, se arrebatará los caminos de tránsito de la insurgencia afgana y las principales zonas que usan como base de operaciones. Con ello, se cortará el riego de guerrilleros y terroristas desde las citadas provincias al resto del país, y su potencial logístico se verá mermado de manera muy considerable. Toda la coherencia táctica de la insurgencia afgana (Red Haqqani, Hezb-e-Islami Gulbuddin , Al Qaeda, etc) será desbaratada, y su tamaño menguará al perder buena parte de su base de apoyo. El sentido de todos estos movimientos está explicado meridianamente en The Military Strategy in Afghanistan.
En ese contexto de incrementar el control sobre territorios clave, debemos encuadrar la expansión de las operaciones españolas a Bala Murghab por la ruta Lithium (subprovincia donde se produce gran cantidad de opio). Expansión que ha costado varios encuentros (batallas) al contingente español, convenientemente silenciadas por la prensa de masas, pero de las que da buena cuenta Fernando García González-Valerio en los números 18 y 19 de la Revista Atenea
El sentido de toda operación militar es la de enfocarse en destruir o controlar objetivos decisivos. Esto es, Bases de Operaciones y Líneas de Comunicaciónes. Las líneas de comunicación pueden controlarse ganando y manteniendo posiciones en Helmand (como en la Operación Moshtarak) y Kandahar (la que comienza ahora), pero las bases de operaciones más importantes están dentro de Pakistán. Por lo tanto, la campaña encubierta de ataques aéreos en Pakistán ha tenido un gran aumento, tal y como muestran los gráficos; el gobierno pakistaní protesta porque helicópteros de la OTAN penetran en su territorio y realizan ataques, contraviniendo el mandato de la ONU para la ISAF; y Bob Woodward revela que la CIA patrocina una fuerza paramilitar secreta afgana que da caza a Al Qaeda dentro de territorio Pakistaní.
He estado leyendo estos días los Papeles del Pentágono, en su edición española de Plaza y Janes, y la situación actual en Afganistán es muy parecida a la que debía afrontar Westmoreland entre finales de 1967 y principios de 1968. Esto es: máximo esfuerzo de la guerrilla vietcong (Tet, ...), grandes batallas en las bases del norte de Vietnam del Sur (Khe Shan, ...), necesidad creciente de tropas para culminar las fases III y IV que indicaba en el documento 61, infiltración masiva de hombres, armas y munición desde otros países a Vietnam, disminución del apoyo de la opinión pública, etc. A principios de 1968 militarmente la guerra se ganó, tras las enormes pérdidas sufridas que durante la ofensiva del Tet sufrió el vietcong. Fue reducido hasta casi su total destrucción, tras haber estado varios años acumulando pertrechos.
Tras ese fuerte correctivo, el Ejército regular de Vietnam del Norte (NVA) tuvo que tomar el relevo al Vietcong para mantener candente el conflicto (momento de la guerra en la que se desarrolla la conocida Batalla de la Colina de la Hamburguesa, de la que se hizo una genial película). Pero a pesar de todos esos logros en las operaciones militares, la sociedad estadounidense ya había tenido bastante, y ambos partidos políticos así lo asumieron (Nixon gana la presidencia con su "paz con honor") dando comienzo a la fase de vietnamización (retirada).
No obstante, también hay importantes diferencias entre ambas guerras. En la de Afganistán, el Partido Demócrata sigue apoyando la guerra, aunque con límites en los plazos, y además el Partido Republicano apoya la guerra sin restricciones de tiempo. Si al final, con las operaciones en Helmand y Kandahar, se consigue estrangular a la insurgencia afgana (controlando la líneas de comunicaciones), y si destruyen sus bases de operaciones y sostenes logísticos (aislando a la insurgencia de la población y mermando sus bases en Pakistán), la insuergencia afgana sería derrotada (ya veremos) y no habrá un ejército regular de Pakistán que retome el esfuerzo bélico invadiendo zonas de Afganistán. Una vez consiguido esto, la clave será desarrollar una Fuezas Armadas afganas capaces de mantener lo logrado y con una razonable capacidad de maniobra.
Por todo esto, probablemente, el año y medio que comienza en febrero de 2010, será recordado como el más decisivo de la guerra, la ganemos o perdamos.
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